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La Delgada Línea entre Productividad Funcional y Productividad Tóxica.

Actualizado: 7 may

La búsqueda incesante de la productividad se ha convertido en un mantra en nuestras vidas. Nos encontramos inmersos en un mundo donde la eficiencia y el rendimiento son cualidades perseguidas con demasiado entusiasmo.


Sin embargo, ¿dónde encontramos el límite entre una productividad saludable y aquella que se vuelve perjudicial para nuestro bienestar mental?




Productividad Funcional: El equilibrio.

La productividad funcional se caracteriza por un equilibrio entre la eficiencia y el cuidado del bienestar mental. De esta forma, logramos realizar las tareas con eficacia mientras mantenemos una sensación de satisfacción y bienestar. El cerebro funciona en armonía.

Este estado de productividad se consigue con la gestión adecuada del tiempo, el

establecimiento de límites saludables, la práctica de la auto reflexión y la atención plena. 


La neurociencia respalda la importancia de periodos de descanso, que son esenciales para que nuestro cerebro pueda recargar energía.

Ahora sí, es un hecho: para poder descansar, tienes que darte el permiso. 

No hacer nada como ver Netflix desde el sofá o quedarnos en casa toda la tarde es también necesario para poder regalarle un descanso a nuestras neuronas. 

Aunque parezcan impensables o poco apropiadas para una persona súperproductiva (como nos han dicho que debemos ser), son tareas necesarias para conseguir una mayor productividad. 


Tip: Si “no hacer nada” te abruma un poco, quizás puedas cambiar la terminología por “estoy descansando” o “estoy recargando mi energía cerebral” algo que sin dudas es  indispensable para lograr ser más eficiente en la siguiente tarea.



Productividad Tóxica: Cuando la eficiencia se convierte en deterioro.

Por otro lado, la productividad tóxica aparece cuando la búsqueda desmedida de eficiencia comienza a socavar la salud mental y nos vemos inmersos en un ciclo agotador de sobreexigencia, ignorando las señales de fatiga y agotamiento. 


El estrés crónico y la ansiedad pueden convertirse en compañeros habituales, afectando negativamente a diferentes esferas:

  • Cognitiva: notando dispersión, dificultades de concentración, en la toma de decisión y en la planificación, además de una peor calidad de memoria.

  • Emocional: notando irascibilidad, apatía, fatiga emocional y física, anhedonia (cuando nos cuesta disfrutar de las cosas), nervios a flor de piel.


Pero…¿Por qué nos pasa esto? 

Tener que mantener un listón alto 24/7 en alguna o muchas de las esferas de nuestras vidas (por ejemplo: ser el número uno en el trabajo, tener el mejor ocio con gente cool en lugares instagrameables, mejorar nuestra marca de running cada semana, entre otros) genera un estado de alerta constante: creemos que no nos podemos permitir reducir el ritmo, porque al hacerlo demostraremos que no valemos y que no somos tan buenos como pretendemos.

Mantenernos en ese estado de alerta genera estrés de forma prolongada en el tiempo. 


Como quizás ya sabes, la hormona del estrés es el cortisol y nos ayuda a reaccionar: a tomar decisiones rápidas en momentos puntuales. Nos ayuda a sobrevivir: a parar en seco cuando viene un coche que no esperamos o a coger a nuestro hijo rápidamente cuando se resbala por la escalera. 

El problema aparece cuando la segregación de cortisol no es de forma puntual, sino de forma prolongada. Porque el cortisol, queridos amigos, es neurotóxico y afecta directamente a nuestras neuronas. 

Así que sí: el cortisol bien utilizado es algo que nos ayuda a sobrevivir pero si lo utilizamos mal nos desordena nuestro cerebro generando cambios bioquímicos que afectan a la conectividad. 


Vivimos en una constante demostración. Una herencia de nuestra infancia y de la

sociedad actual. Y en este punto toca averiguar y reeducar nuestro sistema de creencias.



El arte del equilibrio: Estrategias para una productividad saludable.

Y aquí se vuelve complicada la cuestión: encontrar el equilibrio entre productividad funcional y salud mental es un arte que requiere conciencia y práctica.


Por un lado, podemos implementar y apoyarnos en estrategias de gestión del tiempo y de nuestros recursos atencionales:

  1. Establecer horario de rutinas

  2. Gestión de agenda

  3. Control ambiental reduciendo ruido auditivo y visual

  4. Identificar tus ladrones del tiempo

  5. Aprender a poner límites y a decir “no”

  6. Practicar la priorización de tareas


Pero principalmente debemos realizar un trabajo de autoconocimiento en búsqueda del origen de nuestro sistema de creencias, entender hace cuánto tiempo nos acompaña y comprender el impacto que genera en nuestro presente. 

Para esto un gran consejo podría ser buscar un acompañamiento terapéutico que nos ayude a profundizar en nosotros mismos.


Además de la combinación de estrategias de productividad y el autoconocimiento, podemos combinar todo esto con una herramienta muy potente como la atención plena (Mindfulness) y así aprender a vivir en el modo ser y no en piloto automático.



Y ahora… como profesional de HR, ¿Cómo podemos contribuir al bienestar de nuestro talento y ayudarlos a incorporar herramientas de productividad funcional y gestión del estrés?


Una de nuestras mejores sugerencias es brindarle a los equipos experiencias y talleres que ayuden a integrar herramientas que contribuyen a su bienestar.

Quizás te interese explorar alguno de nuestros talleres:


Talleres de Productividad:


Talleres y Experiencias de Mindfulness:



Conclusión.

La búsqueda de la productividad no debería obligarnos a sacrificar el bienestar de nuestra salud mental. Reconocer y respetar los límites del cerebro es fundamental para alcanzar un estado de productividad funcional que sea sostenible y beneficiosa para nuestra vida diaria.



Artículo escrito en colaboración junto a María Garau. Psicóloga experta en Neuropsicología. Num Col. 19502.




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